El libro constituye una exposición clara y original de las principales categorías lógico-formales, una exposición que contiene notables ampliaciones cuando se la compara con los manuales ordinarios (grupos de transformaciones, cotejo de conceptos hilbertianos y russellianos con conceptos escolásticos...). La exposición de Julián Velarde está calculada también para facilitar el máximo rendimiento académico (ejercicios, bibliografía...).
Julián Velarde, profesor de Lógica, es conocido ya en el campo de la lógica por sus estudios sobre Peano y varios artículos en la revista El Basilisco. Es asimismo traductor de Platón, Leibniz y Aristóteles.
Lógica formal (prefacio de Gustavo Bueno). Libro de tapa blanda, 347 páginas.
Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1982.
La Geografía humana es un saber cuyo equilibrio en la república de las ciencias adolece de gran precariedad. Constantemente amenazada de disolución por las convulsas corrientes internas que la atraviesan y de fragmentación por las intrusiones externas provenientes de campos científicos vecinos, no encuentra su “identidad” gnoseológica. Con palabras del geógrafo Claude Raffestin, una disciplina en busca de los fundamentos de su “geograficidad”.
Los diferentes ensayos históricos orientados a dar cuenta de su unidad y distinción tan solo han sido intentos fallidos. El llamado “pensamiento geográfico” ha querido levantar el plano de los mismos, recayendo, sin embargo, en una cartografía que no supera el horizonte emic del propio gremio. Se hace necesario, pues, la traza de un mapa cuyas coordenadas respondan a la escala morfológica de las ciencias en marcha.
Los distintos materiales que se recogen en este libro constituyen un análisis de diferentes hitos de la Geografía –del “pensamiento geográfico”– interpretados desde las coordenadas del materialismo gnoseológico de Gustavo Bueno. La Teoría del Cierre Categorial supone una plataforma hermenéutica irrenunciable para entender las ciencias del presente y entre ellas la Geografía humana.
«Las presentes lecciones se dirigen a jóvenes espíritus que han recibido una formación principalmente literaria. Su objetivo es menos enseñar los preceptos de la Lógica formal que dar a los estudiantes el sentido de un mayor rigor. Que se quiera por tanto no buscar en nuestras lecciones la síntesis de os principales problemas que plantea el pensamiento científico ni siquiera de estos que debería resvolver una teoría completa del razonamiento.»
La noción de «ciencia jurídica», la idea de que el Derecho sea una ciencia o de que exista una ciencia del Derecho, constituye una vexata quaestio dentro de las discusiones en el ámbito de la Filosofía del Derecho. Tradicionalmente el problema se ha debatido entre las críticas externas a esa posible cientificidad y las reivindicaciones internas en torno a la necesidad de una cierta idea de «ciencia» para el campo jurídico en cuanto asociado a un saber técnico, prudencial o científico-social peculiar. En esta obra se ofrece una interpretación de la cuestión desde la Teoría del cierre categorial. Se asume ante todo, como el más importante de sus presupuestos críticos, el de que no cabe una Filosofía del Derecho rigurosa y crítica al margen de una fundamentación gnoseológica sistemática. Tomando como referencia el concepto epistemológico de «ciencia normativa», que ha venido a capitalizar los debates de la teoría de la ciencia jurídica, se abordan los problemas centrales que en ésta se suscitan: el estatuto gnoseológico de las normas jurídicas y de las disciplinas doctrinales, la idea de jurisprudencia, la relación entre la ciencia jurídica y las demás ciencias sociales, el Derecho como «técnica», &c., en discusión constante con las principales corrientes históricas y contemporáneas de la filosofía jurídica.
Las aventuras de Gil Blas, «honra de Oviedo y antorcha de la filosofía», constituyen una de las novelas más clásicas de nuestra tradición, aunque fueran escritas originalmente en francés. Oviedo está presente a lo largo de toda la Historia de Gil Blas, desde el coienzo de la novela hasta su final. Y no sólo va prendida la ciudad al nombre de Gil Blas, sino -muy constantemente- al de Fabricio, «el poeta Núñez», «el poeta de Asturias», «el hijo del barbero Núñez», el filósofo generoso y optimista, «flor y nata de la nobleza asturiana», condíscipulo de Gil Blas y antítesis de la legión de pícaros que pueblan la novela.
Esta edición, promovida por el Ayuntamiento de Oviedo, incorpora una modificación respecto a las anteriores versiones españolas: utiliza Santullano como topónimo en la formación del nombre del protagonista, por el Santullano ovetense. En la Introducción con que el Doctor Tolivar Faes abre esta edición se argumentan las razones de este cambio. Se hace figurar también el prólogo con el que el Padre Isla justificaba el título que dio a la primera edición española: «Aventuras de Gil de Blas de Santiillana robadas a España por Monsieur Le Sage, restituidas a su Patria y a su lengua nativa por un español zeloso, que no sufre se burlen de su Nación».
Este libro pretende impulsar en los lectores el pensamiento de que no hay que ir a buscar el núcleo de la religiosidad entre las superestructuras culturales, o entre los llamados «fenómenos alucinatorios», ni tampoco entre los lugares que se encuentran en la vecindad del Dios de las «religiones superiores». El lugar en donde mana el núcleo de la religiosidad es el lugar en el que habitan aquellos seres vivientes, no humanos, pero sí inteligentes, que son capaces de «envolver» efectivamente a los hombres, bien sea enfrentándose a ellos, como terribles enemigos numinosos, bien sea ayudándolos a título de númenes bienhechores. El núcleo de la religión se encuentra en el mundo de los númenes.
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La Contribución a la historia de las Congregaciones de auxilis es una obra de marcardo carácter panfletario -aunque no por ello necesariamente falaz-, en la que su autor, Cornelis van Riel, como «hijo fiel» de la cismática y «jansenista» Iglesia de Utrecht, se muestra completamente deudor de la tradición jansenista y su feroz antimolinismo, como reconoce abiertamente «¿No estuvo la Iglesia de Utrecht profundamente implicada en la lucha que, desde el siglo XVI hasta el XVIII, movilizó a casi toda la iglesia occidental? Así honra como a padres espirituales a esos hombres que, como héroes de la fe, actuaron en pro del agustinismo puro. Sólo tenemos que mencionar sus nombres: Port-Royal, Jansenio, Quesnel, &c.; y mientras que, en el desarrollo posterior de la lucha, toda la Iglesia de Utrecht ha sabido mantenerse firme como portadora de la doctrina católica pura». Corenelis van Riel no dudará en revelar las «ocultas razones» que, finalmente, habrían movido a Paulo V a no condenar la Concordia de Molina y las consecuencias que de aquí se habría seguido para la Iglesia católica: «Esta Iglesia muestra un carácter jesuítico. El molinismo domina toda su doctrina. Este dominio enorme de la Compañía de Jesús es el fruto amargo de aquella debilidad imperdonable de la curia romana. La Orden de los jesuitas nunca habría alcanzado tanto poder, si Paulo V no se hubiese dejado disuadir de su intención originaria de condenar la doctrina molinista».
El sintagma «muertes perpendiculares», con el que ponemos título a este Ensayo, es el resultado de la transformación inversa de la afortunada expresión «vidas paralelas», con la que Plutarco cubrió sus famosas biografías comparadas, cuatro de las cuales están aquí en juego: las de Alejandro Magno y Julio César, y las de Dión y Marco Bruto. como quiera que César y Bruto, personajes sobre los que gira este escrito, no están «en paralelo», porque las comparaciones paralelas las estableció Plutarco entre hombres ilustres del mundo griego y romano, hemos cruzado nosotros las paralelas sobre las que transcurren los nacimiento y muertes de esos cuatro personajes históricos mencionados; y en la perpendicular determinada y paramétrica que cruza las vidas y las muertes de Julio César y Marco Bruto, hemos encontrado la luz para determinar la naturaleza diamérica de esos dos conceptos conjugados que, aplicada a nuestros protagonistas, se concretarían en la perpendicularidad thanatica del puñal de Bruto sobre el cuerpo de César y en la perpendicularidad thanatica de espada de Bruto sobre la que él mismo se arrojó, acaso impulsado, entre otros motivos, por los remordimientos derivados de la crítica logoterápica del moribundo César: «¿También tú, hijo mío?» (Suetonio), tras la derrota sufrida por él y sus seguidores republicanos a manos del ejército monárquico-imperial, capitaneado por Octavio César Augusto y Marco Antonio en la batalla de Filipos (42 a.C.).