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La Apología de los hermanos dominicos (1595) es la censura que los teólogos dominicos de España envían al tribunal de la Santa Inquisición, denunciando la Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis (1588) del jesuita Luis de Molina. Domingo Ibáñez, catedrático de prima de teología en la Universidad de Salamanca, fue el encargado de redactarla, poniendo al servicio de la causa dominica toda su capacidad dialética y retórica: Piadosísimos Padres, defensores de la fe católica y, en virtud de la autoridad apostólica, legítimos debeladores de los errores heréticos, es del todo ajeno a nuestro instituto religioso, en obediencia a vuestro santo tribunal, pasar por alto cualqueir afirmación impía y novedosa. Más aún, es propio de nuestro debes, como fieles perros del primer y más importante inquisidor del error herético, nuestro bienaventurado y Santo Padre Domingo, no sólo ladrar contra las doctrinas peligrosas, sino incluso... morder con ferocidad a sus autores. Pues, ¿quién olfateó, husmeó y encontró a Constantino, Egidio, Cazalla y a otros seguidores y partidarios de la herejía luterana?
Apología de los hermanos dominicos con la Concordia de Luis de Molina. Libro de tapa blanda, 347 páginas.
Pentalfa Ediciones, Oviedo, 2002.
Abre este volumen un conjunto de reseñas escritas por Bueno a partir de 1946, prácticamente todas ellas para la Revista de Filosofía publicada por el Instituto de Filosofía «Luis Vives» del CSIC. Las primeras de estas reseñas constituyen también los primeros textos de Bueno de los que tenemos noticia y forman parte de su etapa como becario del CSIC en Madrid, período en que desarrolla su tesis doctoral sobre La filosofía de la religión. Fundamento formal y material de la moderna filosofía de la religión, que está fechada el 7 de abril de 1947. A pesar de ser textos breves, asoman en algunos de ellos pequeños apuntes filosóficos que no conviene pasar por alto: el papel del cartesianismo en la historia de la filosofía moderna, las relaciones entre filosofía y literatura, el alcance de la teoría del conocimiento tomista, el problema de la fundamentación lógica de las matemáticas, &c. De todas formas, el principal valor de estas reseñas consiste en ofrecer una muestra del tipo de lecturas que realizaba su autor en esos años. Por ello es interesante constatar el uso que hace Bueno en sus obras de juventud de algunos de los textos que previamente había reseñado. Así, por ejemplo, en la tesis doctoral se cita, para ilustrar algunos aspectos de su parte «histórica», la obra de Paul Hazard sobre El pensamiento europeo en el siglo XVIII a la que un año antes (1946) dedicaba la reseña más extensa y detallada de cuantas escribió. Sin embargo, es en el libro inédito sobre Los procesos picnológicos, fechado en 1953 y escrito ya en Salamanca, donde encontraremos incorporadas las obras de lógica que Bueno había leído y reseñado en los años previos. Aquí se citará elogiosamente el manual de Lógica de Manuel Granell, pero también se empleará la monografía de Hönen sobre La theorie du jugement d'après St. Thomas d'Aquin y los libros de Beth, Becker y Curry serán referenciados en los numerosos ejemplos extraídos de la lógica que jalonan la obra. Del libro de Dockx, Vers une synthèse moderne du savoir, extrae Bueno la formulación de uno de sus ejemplos preferidos de proceso picnológico: el del polígono inscrito en una circunferencia con la que acaba identificándose, por un paso al límite, tras la multiplicación indefinida de sus lados. A este grupo de escritos se puede adscribir también en cierto modo el más extenso trabajo acerca de «Una nueva exposición de la silogística», aparecido en la citada Revista de Filosofía en 1951.
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Doktor Faustus fue la última novela de Thomas Mann, y la última gran novela tal y como se concebía el género a finales del XIX y principios del XX, una de cuyas cumbres, por supuesto, fue La montaña mágica del propio Mann. Este libro de Rufino Salgero parte de la reflexión que Mann hace, en Doktor Faustus, de la agonía de esa forma de entender la novela (extendida a la música y al arte en general) y su voluntad de mantenerla viva a través del pastiche, la autocita y la racionalización. Analiza la «técnica de montaje» de Mann y la colaboración que encontró en el joven Theodor W. Adorno, aspirante a filósofo a quien había de reconocer coautor de muchos de sus pasajes, a pesar del pequeño drama familiar que le hizo ocultar el alcance de tal colaboración.
Es muy probable que el lector del título de este libro, El Ego trascendental, atribuya a su autor una perspectiva teológica (si recuerda el Ego sum qui sum, del Yahvé del Pentateuco) o bien una perspectiva idealista (si recuerda el Ego trascendental de la Crítica de la Razón Pura).
El Ego trascendental del que hablamos en este libro no es, en efecto, una idea teológico-bíblica o filosófico-metafísica (menos aún es un concepto psicológico, en el sentido del ego estudiado por Wundt, por Lipps o por James). Es una idea lógico material (gnoseológica), simbolizada por E, que se interpreta como el enlace entre el Mundus adspectabilis (Mi), totalizado por E, y la materia ontológica general (M).
El sintagma «muertes perpendiculares», con el que ponemos título a este Ensayo, es el resultado de la transformación inversa de la afortunada expresión «vidas paralelas», con la que Plutarco cubrió sus famosas biografías comparadas, cuatro de las cuales están aquí en juego: las de Alejandro Magno y Julio César, y las de Dión y Marco Bruto. como quiera que César y Bruto, personajes sobre los que gira este escrito, no están «en paralelo», porque las comparaciones paralelas las estableció Plutarco entre hombres ilustres del mundo griego y romano, hemos cruzado nosotros las paralelas sobre las que transcurren los nacimiento y muertes de esos cuatro personajes históricos mencionados; y en la perpendicular determinada y paramétrica que cruza las vidas y las muertes de Julio César y Marco Bruto, hemos encontrado la luz para determinar la naturaleza diamérica de esos dos conceptos conjugados que, aplicada a nuestros protagonistas, se concretarían en la perpendicularidad thanatica del puñal de Bruto sobre el cuerpo de César y en la perpendicularidad thanatica de espada de Bruto sobre la que él mismo se arrojó, acaso impulsado, entre otros motivos, por los remordimientos derivados de la crítica logoterápica del moribundo César: «¿También tú, hijo mío?» (Suetonio), tras la derrota sufrida por él y sus seguidores republicanos a manos del ejército monárquico-imperial, capitaneado por Octavio César Augusto y Marco Antonio en la batalla de Filipos (42 a.C.).
La Contribución a la historia de las Congregaciones de auxilis es una obra de marcardo carácter panfletario -aunque no por ello necesariamente falaz-, en la que su autor, Cornelis van Riel, como «hijo fiel» de la cismática y «jansenista» Iglesia de Utrecht, se muestra completamente deudor de la tradición jansenista y su feroz antimolinismo, como reconoce abiertamente «¿No estuvo la Iglesia de Utrecht profundamente implicada en la lucha que, desde el siglo XVI hasta el XVIII, movilizó a casi toda la iglesia occidental? Así honra como a padres espirituales a esos hombres que, como héroes de la fe, actuaron en pro del agustinismo puro. Sólo tenemos que mencionar sus nombres: Port-Royal, Jansenio, Quesnel, &c.; y mientras que, en el desarrollo posterior de la lucha, toda la Iglesia de Utrecht ha sabido mantenerse firme como portadora de la doctrina católica pura». Corenelis van Riel no dudará en revelar las «ocultas razones» que, finalmente, habrían movido a Paulo V a no condenar la Concordia de Molina y las consecuencias que de aquí se habría seguido para la Iglesia católica: «Esta Iglesia muestra un carácter jesuítico. El molinismo domina toda su doctrina. Este dominio enorme de la Compañía de Jesús es el fruto amargo de aquella debilidad imperdonable de la curia romana. La Orden de los jesuitas nunca habría alcanzado tanto poder, si Paulo V no se hubiese dejado disuadir de su intención originaria de condenar la doctrina molinista».
Concordia del libre arbitrio con los dones de la gracia y con la presciencia, providencia, predestinación y reprobación divinas, Fundación Gustavo Bueno (Biblioteca Filosofía en español), Oviedo 2007, 787 pp
ISBN 978-84-934341-0-6
Este libro pretende impulsar en los lectores el pensamiento de que no hay que ir a buscar el núcleo de la religiosidad entre las superestructuras culturales, o entre los llamados «fenómenos alucinatorios», ni tampoco entre los lugares que se encuentran en la vecindad del Dios de las «religiones superiores». El lugar en donde mana el núcleo de la religiosidad es el lugar en el que habitan aquellos seres vivientes, no humanos, pero sí inteligentes, que son capaces de «envolver» efectivamente a los hombres, bien sea enfrentándose a ellos, como terribles enemigos numinosos, bien sea ayudándolos a título de númenes bienhechores. El núcleo de la religión se encuentra en el mundo de los númenes.
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El presente libro es tanto un esbozo de la filosofía política del materialismo filosófico, tal y como fue expuesta por Gustavo Bueno en el Primer ensayo de las categorías de las ciencias políticas (Logroño, 1991) y en otros ensayos, como una crítica al marxismo-leninismo en torno a su desarrollo en la política real en la Unión Soviética. No se trata de una historia del comunismo ni del a Unión Soviética sino de una filosofía de la historia que pretende llevar a cabo la crícia a la concepción de la revolución mundial, cuyos planes y programas fueron triturados sobre el escenario complicadísimo de la Realpolitik, posiblemente la situación más difícil de la Historia Universla. Del humus de la revolución mundial salió la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y el consecuente fin del comunismo gubernamental en tanto quinta generación de izquierda definida por el Estado.
El relato de la revolución mundial no fue demostrativo ni operable políticamente. Por ello, la obra que tiene en sus manos procura mitificar la teoría de la revolución mundial, es decir, señalar a semejante teoría como un mito tenebroso. Procuraremos mostar la condción oscurantista y utópica de dicho mito que, en su momento, podríamos decir que fue considerado como aureolar, ya que los protagonistas involucrados creían que la marcha de la historia iba inexorablmente hacia la revolución mundial y el fin de la explotación del hombre por el hombre y el consecuente reino de la libertad.
La presente obra no consiste en relatar una yuxtaposición de sabers históricos, como si sólo se tratase de mera erudición, sino más bien plasma una sistematización de los mismos; es decir, se muestra una filosofía de la historia de la Unión Soviética desde la artillería crítico-sistemática del materialismo filosófico. El tiempo histórico que estudiaremos irá desde la Primera Guerra Mundial hasta el principio de la Segunda Guerra Mundial, es decir, no desarrollaremos los 74 años de existencia del régimen soviético (en todo caso eso quedaría para futuras publicaciones).
Neutralidad benévola examina la política seguida por el gobierno conservador británico en la primera fase de la guerra civil, desde su inicio como insurrección militar en julio de 1936 hasta su conversión imprevista en una contienda de larga duración a fines del mismo año. Se analizan la estructura de las relaciones anglo-españolas en la preguerra, los antecedentes y formulación de la estrategia política británica frente a las nuevas condiciones bélicas y los resultados de su ejecución práctica sobre el devenir del conflicto. Se puede decir que el gabinete británico, ante el vivo temor a que se reprodujera la secuencia revolucionaria rusa en la otra esquina del continente, se refugió en una neutralidad benévola, primero de modo tácito y luego bajo el amparo del Acuerdo de No Intervención, con la finalidad esencial de evitar así cualquier ayuda directa o indirecta al gobierno republicano y cualquier perjuicio a los sublevados. Dicha estrategia política neutralista, vertebrada sobre varios factores condicionantes y suspuestos implícitos, sería reforzada, una vez comenzada la internacionalización de la contienda, por los motivos que alentaban la política británica de apaciguamiento europeo. La inesperada resistencia republicana en Madrid a fines de 1936 y el paralelo incremento de la ayuda italo-germana a los insrugentes destruirían al expectativa de hallarse ante una guerra breve y el confinamiento de la crisis que había logrado el sistema diplomático de No Intervención. Ambos procesos obligarían a las autoridades británicas a efectuar reajustes notables en su política española, tanto en el plano de las relaciones bilaterales con los insurgentes como en el plano multilateral europeo.